El muro de Berlín en 7 recuerdos

Turismo histórico

Seguimos la huella que dividió la capital alemana durante 28 años y que todavía hoy se mantiene viva en nuestra memoria

Todo lo que necesitas saber para una escapada a Berlín

El beso de Leonid Brezhnev y Erich Honecker es una de las imágenes más icónicas de la East Side Gallery

El beso de Leonid Brézhnev y Erich Honecker es una de las imágenes más icónicas de la East Side Gallery

Getty Images

Curiosamente, una de las visitas más interesantes que se pueden hacer en Berlín, apenas se ve. Es prácticamente imperceptible. Es una huella que atraviesa la ciudad de norte a sur. Son los 160 kilómetros de muro derruido (Mauerweg). Fue tan grande el daño que causó a sus habitantes (de un lado y de otro) durante los 28 años que se mantuvo en pie que, a veces, da la impresión de que se oculte avergonzado.

Y es que visitar Berlín a lo largo de su muro es toda una experiencia. Tal vez es uno de los pocos viajes reflexivos que se pueden hacer hoy en día. Es como pasear frente a la historia reciente de Europa, incluso del mundo. Todo lo que ha sucedido en el siglo XX se resume en ese paredón de piedra, testimonio único de la guerra fría, de la lucha por el poder entre comunistas y capitalistas, entre Occidente y Oriente. Un cuarto de siglo después de su caída apenas queda nada. Pero vale la pena verlo, imaginarlo, sentirlo y recordarlo para siempre para que no vuelva a suceder jamás.

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¿En bici o caminando?

Este sendero es perfecto para hacerlo pedaleando sobre una bici o caminando durante varios días. No importa. Cada medio tiene sus pros y sus contras. Lo cierto es que la gran mayoría lo hace sobre una bici, ya que permite disfrutarlo en menos tiempo y el trayecto está adecuadamente señalizado. Para los que deciden hacer esta ruta a pie, el itinerario está dividido en 14 etapas, de entre 5 y 21 kilómetros.

Sea andando o en bicicleta, todo dependerá del tiempo que tengamos disponible. Se puede hacer de cabo a rabo, solo algunos tramos (por ejemplo, es aconsejable saltarse los 6 kilómetros del canal Teltow o el camino de Schöneweide a Schönefeld), o simplemente concentrarse en los puntos más destacados del centro de la ciudad. La elección dependerá de las necesidades de cada uno.

La Bernauer Strasse

La Bernauer Strasse es una de las calles en la que es más perceptible la presencia del muro

La Bernauer Strasse es una de las calles en la que es más perceptible la presencia del muro

Tine Eelman

Esta ruta puede iniciarse por donde a uno más le convenga. Sin embargo, es recomendable hacerlo por el kilómetro y medio de la Bernauer Strasse y el memorial. Allí, la huella de la historia es intensa. La división entre el barrio de Wedding y Mitte es tal vez la parte de Berlín donde mejor se refleja la esperpéntica existencia del muro. 

La Bernauer Strasse fue hasta el 13 de agosto de 1961 una calle normal. Tal vez como cualquiera de las nuestras. Era un barrio densamente poblado. Altos edificios de viviendas de alquiler y alguna que otra oficina, tanto en el lado sur como en el norte. Muchos de sus vecinos probablemente tendrían sus diferencias (como en todos los barrios que se precien), incluso algunos de ellos ni siquiera se saludarían al cruzarse por la mañana.

Los vecinos de las casas numeradas del 1 al 50 se convirtieron en residentes de la Alemania del Este, y el resto, del Oeste

Sin embargo, ninguno de ellos pensó que un muro caprichoso los separaría según vivieran a un lado de la calle o al otro. Y así fue: los vecinos de las casas numeradas del 1 al 50 se convirtieron en residentes de la Alemania del Este, y el resto, del oeste. No importó su raza o sexo, ni siquiera su inclinación política, a partir de entonces su vida dependió del número de la calle donde se encontraba su hogar.

El memorial

Cuando les tapiaron sus puertas y ventanas nadie avisó a los berlineses. En un instante descubrieron que ya no podían mirar hacia el oeste. Cientos de ellos huyeron saltando por las ventanas superiores, provocando escenas dramáticas. Se descolgaban con cuerdas, o se lanzaban sobre las lonas que sujetaban los bomberos de la zona occidental, incluso hubo casos de fugas con éxito a través de túneles subterráneos. Muchos lograron escapar, pero unos cuantos murieron en el intento.

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Memorial del Muro de Berlín, Alemania

Terceros

En homenaje a ellos y a todos aquellos que vivieron durante más de dos décadas privados de libertad se ha creado el Memorial del Muro, un santuario en el que se muestran fotografías y documentación sobre esta época cruel. También, en la esquina de Ackerstrasse, siguiendo la idea de Sven y Claudia Kohlhoff, se cercó una parte del área fronteriza con dos paredes de acero de seis metros de altura. Un homenaje merecido a todos aquellos vecinos que no tuvieron opción de escoger dónde vivir.

La puerta de Brandeburgo

Si proseguimos el trayecto hacia Mitte, se alcanza el distrito gubernamental junto al río Spree, donde se alza la magnificencia de la puerta de Brandeburgo (1788). Es colosal. De las 18 puertas de entrada que tuvo en su día Berlín, solo queda esta en pie. Era la antigua entrada a la ciudad y hoy se trata de su símbolo más representativo. En la guerra fría se encontraba en medio de la frontera -la llamaban “la franja de la muerte”- y fue entonces el símbolo de la Alemania dividida.

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La Puerta de Brandenburgo, frontera entre la Alemania oriental y occidental.

Otras Fuentes

De hecho, frente a la puerta de Brandeburgo, el muro se reforzó hasta los tres metros de grosor. Los habitantes de la RDA no podían acceder bajo ningún concepto. Se les justificaba que el muro significaba una barrera para detener al antifascismo, cuando en realidad el objetivo era evitar el éxodo en masa de los habitantes hacia la zona oeste. En 1989, como dicta la historia, todo cambió de golpe. Los berlineses escaparon desesperadamente por donde podían. Finalmente, el 22 de diciembre se construyó un paso adicional en la Pariser Platz para que se pudiera pasar libremente por la puerta de Brandeburgo. Eso fue el fin de la separación.

Postdamer Platz y las torres de vigilancia

Hay 10 minutos escasos caminando desde la puerta de Brandeburgo hasta la Postdamer Platz. Para aquellos que vayan apurados de tiempo, siempre pueden recurrir al metro o al autobús. No hay que olvidar que en su momento había más de 300 torres de vigilancia a lo largo del muro. La finalidad es que nadie pudiera traspasarlo. Prácticamente no había distancia que no estuviera controlada por los guardianes. Entre torre y torre no habría más de 300 metros, que equivalía al alcance de un rifle de asalto AK-47.

Una de las torres de vigilancia  que se mantiene es pie está cerca de la Potsdamer Platz

Pocas de esas torres quedaron en pie. Una de ellas fue la plataforma de vigilancia cerca de la Potsdamer Platz, ahora considerada monumento histórico. Otra muestra de estas maléficas edificaciones de control se asoma a 20 kilómetros al noroeste de la capital alemana, a orillas del río Havel. Es la torre Hennigsdorf. Se llega hasta allí atravesando un bosque precioso (ideal en bici). El lugar, además, alberga un museo sobre la historia del muro, cuya entrada es gratuita.

Checkpoint Charlie

No hay que tener grandes expectativas visuales con esta visita, la verdad. Es más un símbolo sobre lo que representó que lo que se puede ver en la realidad. De los 31 puestos fronterizos que salpicaban la línea del muro, este era el más conocido y el que ha adquirido más fama. Se creó el 22 de septiembre de 1961. Aquí los vigilantes registraban a los miembros de las fuerzas armadas americanas, británicas y francesas antes de que viajaran a Berlín Este.

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Checkpoint Charlie. Berlín

Terceros

En este lugar se produjeron algunos de los conflictos más tensos de la historia de la guerra fría, cuando los tanques de ambos bandos se enfrentaban con los cañones desafiantes como dos gallos en el mismo corral. Esa corta línea de pintura blanca que separaba los dos bandos (americano y soviético) fue durante muchos años el pequeño espacio donde la guerra fría podría haberse calentado hasta el punto de hacer saltar la tercera guerra mundial por los aires. 

Hoy es una especie de espectáculo turístico, donde los visitantes compran pedazos del muro y se hacen fotos para Instagram con actores vestidos como policías militares y con el fondo de la réplica del famoso cartel: “Está abandonando el sector americano”.

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East Side Gallery

Si cruzamos el río Spree y caminamos por su ribera norte unos veinte minutos, llegaremos hasta una de las visitas más estimulantes del muro. Se podría interpretar como la conversión de un error en algo bello, como la miseria humana se vuelve arte. Este es un paseo por el corazón y el recuerdo optimista de Berlín. Son 1,3 kilómetros de galería de arte al aire libre. Es, por cierto, la sección más larga de muro que aún se conserva.

La East Side Gallery fue construida después de la apertura del muro de Berlín entre la primavera y el otoño de 1990. Un total de 118 artistas de 21 países distintos pintaron sobre la superficie del muro de hormigón gris los colores de 106 obras. Es el éxtasis de la alegría plasmada en un mural. 

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Una de los murales del East Side Gallery de Berlín

Terceros

Algunas de las piezas más populares son las de Leonid Brézhnev y Erich Honecker besándose, creada por el artista Dmitri Wrubel, las cabezas de colores de Thierry Noir o el saltador del muro de Gabriel Heimler. En noviembre de 1991, esa pared y sus pinturas fueron finalmente catalogadas como monumento histórico. Se ha reformado recientemente para resistir y superar el desgaste que produce el irrefutable paso del tiempo.

Pankow y la avenida de los cerezos

Como decía al principio, el sendero que marca la huella del antiguo muro cubre una enorme superficie de la ciudad de Berlín y sus alrededores. Un poco más alejado del centro -a unos 10 kilómetros hacia el norte- merece la pena dirigirse a Pankow y a su avenida de cerezos, junto a Bösebrücke, un lugar mítico de la división alemana y el primer cruce que se abrió el día que cayó el muro.

La avenida de los cerezos parte de una iniciativa japonesa para celebrar el derrumbe del muro y la unificación

Estos cerezos son parte de una donación que se produjo gracias a una campaña del canal de televisión japonés Asashi, en la que solicitaba recaudar dinero a su audiencia para plantar estos árboles en Berlín y así celebrar el derrumbe del muro y la unificación de los alemanes. 

Finalmente se reunieron 140 millones de yenes, por lo que pudieron plantarse 9.000 cerezos en diferentes partes del muro de la vergüenza “para llevar la paz a los corazones de todas las personas”, según anunciaban. Y así, cada año, en abril o mayo, durante la temporada de floración, es recomendable acercarse a este lugar para admirar el precioso color que muestran las hojas de los cerezos.

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